viernes, 26 de febrero de 2010

“Del ciudadano y Leviatán”

Resumen del libro de Thomas Hobbes: Del ciudadano y Leviatán. Tecnos, 2002, Madrid, pp. 212. Del ciudadano, Cap. IX, X y XVIII.


Por: Luis Marín

lumardi13@yahoo.es


En los capítulos IX y X el autor reflexiona acerca de los regímenes más apropiados para gobernar al pueblo. Revisa y razona acerca de las ventajas y desventajas de cada tipo de régimen mediante la comparación de las principales características de los mismos.

Hobbes empieza por establecer la relación entre las categorías de dueño, señor y padre, con el fin de encaminar este debate a señalar las características de dominación: poder soberano. Pero en el sustrato de su argumento, el autor establece un estado natural de las cosas, al que caracteriza como un estado de guerra (“la naturaleza es un estado de guerra”).

La preocupación por definir las categorías antes señaladas, tiene como finalidad encontrar el origen del gobierno paternal, como punto de partida, para luego reflexionar acerca del poder de los gobernantes y de las formas de gobierno.

El autor afirma que la autoridad de los padres sobre los hijos se da por la generación: “todo aquello que hemos engendrado nos pertenece” sostiene. Ello explica la relación de dominación entre padres e hijos, por ejemplo. Pero Hobbes se pregunta si la generación implica propiedad; y sostiene que “la dominación, es decir, el poder soberano es indivisible”. Por ello es que, según el autor, un siervo no puede servir a dos amos.

El origen del gobierno paternal tendría relación con el derecho natural, el cual se expresa en que un vencedor es dueño del vencido, por ejemplo, o en que un hijo está bajo el dominio inmediato de aquel que lo tiene bajo su poder. Así, una madre tendrá el derecho natural sobre el hijo.

El autor sostiene que hay relaciones de sujeción que son naturales. Así, la madre dispone de sus hijos por derecho natural. Pero la disposición no implica necesariamente propiedad, la madre puede disponer de los hijos, pero los hijos pertenecen a la parte que tiene poder, en otras palabras, a los padres (varones), ya que las mujeres se hallan históricamente sujetas a las relaciones jerárquicas entre los sexos.

Finalmente, se afirma que en el gobierno civil los hijos pertenecen a los padres y todos al Estado, ya que el Estado está conformado por hombres en su mayoría. El Estado sería el gran padre de los ciudadanos.

Luego, Hobbes intenta contraponer al hombre libre frente al siervo, para comparativamente esbozar las principales características de cada uno frente al Estado. Para lograr su objetivo, Hobbes reflexiona primeramente acerca del concepto de libertad, capital para el entendimiento de las relaciones entre Estado – ciudadano y siervos.

La libertad, afirma, es la ausencia de obstáculos que impiden movimiento. Así, en cuanto a la relación entre ciudadano y Estado, el autor afirma que el ciudadano no es completamente libre, porque está sujeto al constreñimiento del Estado. Un ciudadano no puede hacer lo que le plazca en un Estado, ya que sus libertades se sujetan al orden establecido, expresado en ese corpus de normas y reglas de común consentimiento.

Sobre la condición de siervo, se afirma que éste no está oprimido por la servidumbre, sino que está gobernado y alimentado. En ese sentido la condición de siervo no sería tan desventajosa, aunque como veremos más adelante, enfrenta una doble condición de dominación.

Entre el siervo y el ciudadano hay una diferencia fundamental, y es que el ciudadano libre solo obedece al Estado, mientras que el siervo obedece al Estado y a un particular. A esto es a lo que nos referíamos cuando hablamos de una doble condición de dominación. El siervo está atado a los deseos de su amo, pero a su vez se encuentra en el marco de un orden social establecido, el Estado.

Acerca del problema de la sucesión, que se desprende luego de acercarnos al tema de la dominación, el autor afirma que en la democracia no hay sucesiones de poder porque el pueblo es inmortal. Es decir que el poder tiene siempre la misma fuente, el pueblo. Así, el derecho de sucesión solo es un problema de la monarquía absoluta, por ejemplo cuando un rey no ha elegido aún a su sucesor. La emergencia del tema de poder empieza a tomar relevancia luego de haber discutido la relación entre ciudadano – siervo – Estado, los principios de la dominación y el derecho de sucesión.

En el capítulo X, Hobbes compara tres clases de gobierno: la aristocracia, la democracia y la monarquía. Su objetivo es responder a la pregunta: ¿Cuál es el mejor para mantener la paz?. Sobre ello, describe algunas de las ventajas de tener un Estado, entre las cuales se pueden mencionar:

- Respaldo y protección de conciudadanos
- El Estado protege a los ciudadanos del Estado y de nosotros mismos
- El trabajo del individuo está protegido por el Estado
- El Estado brinda orden, paz, seguridad, tranquilidad y conocimiento

Así, el respeto de estas premisas o ventajas que una distinción. Se instala el derecho a la igualdad, que se constituye como un principio de Estado.
Entrando en detalle, Hobbes reflexiona si es más conveniente el gobierno de uno o un gobierno de pocos, acercándose primeramente a los regímenes democráticos y a las monarquías

El autor estriba en algunas conclusiones muy importantes al respecto, como:

- El gobierno de uno es injusto, el gobierno de la aristocracia también es injusto
- La igualdad es un estado de guerra, por el contrario, la desigualdad ha sido introducida por el consentimiento universal.
- Corrupción y favores a familiares y allegados, es mejor que se de en monarquía que en democracia, porque en la primera serán pocos los beneficiados.

Hasta aquí Hobbes sostiene la ventaja de las monarquías sobre los regímenes democráticos, hasta este punto se describen ventajas como que los problemas son menores en un proceso de toma de decisiones en los que intervienen unos pocos, además que el ser monarca establece una relación de propiedad entre corona y siervos, que hace que ante las amenazas externas se defienda mejor un reino.

Pero revisemos el concepto del Estado para Hobbes, para retomar las reflexiones sobre los regímenes de gobierno.

El concepto de Estado para Hobbes es, como una persona compuesta por muchos hombres, cuya voluntad se mantiene según lo pactado por la voluntad general de todos, de modo que esta persona publica pueda emplear los medios necesarios para servirse de las fuerzas y facultades de cualquier particular para el bien de la paz pública y la defensa común.

El Estado sería entonces, una suerte de consenso generalizado institucionalizado por el uso, costumbres y normas con un objetivo definido y consensuado.

Pero, ¿cuál es el rol de la libertad en este consenso y organización estatal? Sobre la libertad Hobbes afirma que ésta es sujeta a leyes del Estado, la libertad no es sinónimo de anarquía, en la que cada uno pueda hacer lo que le parezca según su conveniencia, sino que se ciñe en una libertad dentro del Estado, y que sigue los principios formales de formación del Estado, ante cualquier transgresión de dichos principios, se hará uso de los medios necesarios para servirse de las fuerzas y facultades de cualquier particular para el bien de la paz pública y la defensa común, a los que se hacía referencia líneas arriba.

Una relación que hay que señalar y que Hobbes desarrolla largamente, es la relación entre libertad y poder. El autor afirma que cuando el pueblo pide libertad, lo que está pidiendo en realidad es poder. La libertad entonces, es una cuestión de poder. Si uno es más libre que otras personas, entonces tiene más poder todo aquel que es libre ha de ser dueño de todos aquellos que están sometidos y se honra más a quien tiene más poder.

En este orden de cosas los dominados también expresan sus deseos, por ello, sostiene que cuando los sujetos, en un Estado, se quejan de la dominación, significa que quieren ser partícipes del gobierno del Estado. Los ciudadanos pueden incluso estar subyugados por esta relación de dominación dentro del Estado.

Un debate que desarrolla el autor es el de si para la toma de decisiones más valiosas es mejor los grandes grupos o en pequeños consejos.

Al respecto, Hobbes esboza una serie de afirmaciones que sustentan su inclinación hacia los grupos pequeños.

- La gran asamblea es menos adecuada para deliberaciones, los grupos pequeños son mejores porque se produce la especialización de unos pocos, la mayoría ignorante sobra.
- En las grandes asambleas los discursos buscan persuadir, es decir orientar el discurso hacia personas específicas, sin profundizar en la naturaleza de las cosas sino en el objetivo mismo: persuadir, entre otras muchas consideraciones fruto de la interacción.
- En las grandes asambleas la diferencia de opiniones genera discordias, y motiva la formación de facciones en el Estado. Estas discordias producen y facciones producen que los intereses particulares (de individuos o grupos) estén por sobre los intereses generales.
- Una facción sería, esta industria y diligencia que se emplea para formar un cuerpo que represente de nuevo a todo el pueblo es lo que llamamos una facción.
- Las leyes son muy inseguras cuando su promulgación depende de asambleas populares: Las leyes en estas asambleas son fluctuantes y agitadas como un mar de olas.
- Además, en las grandes asambleas tiende a filtrarse información.

Hobbes concluye que es mejor la monarquía que la democracia porque en la primera los asuntos importantes no son sometidos a asambleas. Pero si en democracia, el pueblo delega el poder en representantes, se iguala a la democracia con la monarquía (se entiende que en eficiencia en la toma de decisiones). Además, para maximizar esta eficiencia se debe producir una separación entre el poder y la administración, esta separación hace eficiente la forma de gobierno.

Hasta aquí el autor ha comparado el régimen democrático con el de una monarquía Sobre la aristocracia afirma muy escuetamente que, la aristocracia que se aproxima más a la monarquía o se aleja más del gobierno popular es la mejor de todas.

Finalmente, en el capítulo XVIII el autor reflexiona acerca de las cosas que son necesarias para entrar al reino de los cielos. Lo rescatable de estos razonamientos y acerca de lo que nos compete es el cuestionamiento acerca de cómo es que se puede prestar obediencia al Estado cuando nos ordena alguna cosa que Cristo ha prohibido.

A partir de este punto se empieza a debatir acerca de lo que es necesario para la salvación: la fe y la obediencia. Sobre la fe, si se tiene el objetivo de la salvación eterna, el camino es el camino de la fe. La obediencia sería la voluntad que tenemos de obedecer en el futuro. Así, la obediencia es un requisito para la salvación.