viernes, 4 de diciembre de 2009

Acercándonos a la pobreza urbana en el corazón de la ciudad: el caso de la familia de la familia Méndez

Por: Luis Marín Diaz

Introducción

lmarin@socialconsultores.com



La siguiente crónica tiene por finalidad repasar algunos de los aspectos de la vida cotidiana de la familia Méndez, acercarnos a su estilo de vida, a sus percepciones, sus opiniones varias, y conocer así, mas a fondo una realidad que afrontan millones de peruanos: la pobreza urbana, que sufren más de la mitad de habitantes del país en medio de la desesperanza y la lucha constante por obtener ingresos que permitan la subsistencia, ignorando a veces procesos o eventos que acontecen alrededor de ellos, desconectados del mundo político, cultural, etc, accediendo a la información más económica y no necesariamente más veraz. En otras palabras, empujados hacia las fronteras de una vida marginal en medio de una ciudad que crece, en la que comparten espacios pero no roles, y en la que las oportunidades escasean para todos, pero en la que los más ingeniosos sobreviven.

El distrito del Rímac

El Rímac es el lugar más antiguo, tradicional e histórico de la ciudad de Lima, capital del Perú. Es en el escenario rimense donde Francisco Pizarro fundó la ciudad de Los Reyes o Lima, el 18 de Enero de 1935.Hacia el siglo XVIII se crean calles y venden terrenos sobre las cuales se construían edificios de uno y dos pisos para residencias, luciendo en las fachadas, los típicos Balcones de Madera, algunos de los cuales se conservan hasta la fecha y son considerados monumentos históricos. En esta época, el Virrey de Motesclaros construye el Puente de Piedra, que reemplazaba al de madera, así como la Alameda de los Descalzos, ambos en 1610, para el siglo XVIII el Rímac se convierte en un lugar de esparcimiento de la sociedad colonial limeña, con el arreglo de la Alameda de los Descalzos, la construcción del Paseo de Aguas, la Plaza de Toros de Acho, todos por el Virrey Manuel de Amat, quintas de recreo con jardines como la Quinta Presa y varios conventos y templos que se sumaran a los construidos en el siglo XVI.

Para finales del siglo XIX, y comienzos del XX se empezará a definir el carácter popular del distrito, con la construcción de viviendas multifamiliares populares, los denominados solares que aún predominan en el distrito, como en otras partes de la ciudad.

Augusto B Leguía decreta el 2 de febrero de 1920 el nacimiento del Rímac como distrito. Posteriormente, la migración hacia las ciudades se incrementó pues la industrialización hacía atractiva las urbes, para las élites provinciales en primera instancia, para dar luego paso a las clases populares, que pugnaban por sentirse integrados y generar ingresos que sostengan a sus familias. La ocupación del espacio se dio en terrenos no aptos para la vivienda, tales como las faldas de los cerros, que dificultan el tendido de la red de servicios. En la actualidad El Rímac cuenta con 64 asentamientos humanos que dan cuenta de esta realidad.

El distrito es uno de los primeros en tugurizarse fruto de la gran demanda de vivienda que existía, se empiezan a parcelar las viviendas, lo que hace que se deteriore la calidad de vida y los servicios públicos. A pesar de estar ubicado al lado del remozado Centro Histórico, El Rímac aún sufre la desatención de sus autoridades y una serie de problemas urbanos fruto del hacinamiento temprano de sus instalaciones. El distrito de El Rímac actualmente alberga el 40% de los monumentos históricos de esta área, donde se conservan aún casonas con balcones, conventos e Iglesias, edificios y espacios públicos monumentales desde tiempos coloniales. La población aproximada es de 19,000 habitantes.

Paso a paso con los Méndez

Juan Méndez inicia el día muy temprano, aunque no tiene un horario fijo de salida, sabe que cuando hay que producir, las luces del día ayudan a atraer a los clientes y a alejar las sospecha que pudiera dar su aspecto entre las sombras de la noche en la ciudad desconfiada. Él vende stickers, caramelos, golosinas, o lo que esté al alcance en estos días de mes morado y turroneras que se aglutinan en las aceras para pelearse casi a jalones por los clientes. El invierno limeño y las asperezas de la calle han curtido la voz de Juan, este casi cincuentón que pasea aún con una sonrisa en el rostro cuando lo encontramos entre Jirón Moquegua y el de La Unión.

Juan nació en Lima y vive en el Rímac hace trece años según recuerda, junto con su pareja Juana. Hasta ahora tienen seis hijos: María tiene 19, la segunda tiene 16, Marcelo tiene 13, el cuarto tiene 18, seis tiene otra niña y 3 tiene la ultima. Además viven con el padre de Juan, Álvaro, ya de avanzada edad.

Años atrás Juan trabajó en la facultad de Ciencias Contables de la Universidad San Martín de Porres, como guardaespaldas del decano. De esto ya hace cuestión más o menos de diez u once años según nos refiere. Ese fue su último trabajo estable. Ahora vive de cachuelos diversos, a veces de la construcción, otras de la venta de golosinas y a veces de la venta de stickers cerca de los colegios.

Juan llegó a terminar la secundaria con mucho esfuerzo, pues está acostumbrado al trabajo callejero desde muy niño, recuerda que fue a partir de los trece años en que comenzó a trabajar. Su pareja, a quien llamaremos Sara, estudió solo hasta cuarto de secundaria. La pareja lleva más de veinte años juntos, aún no se han casado, y no lo consideran necesario. Aparentemente, a pesar de todos los sufrimientos que causan las carencias económicas, son una familia feliz.
Mis amigos comentan que con el número de hijos que tengo, con lo que gano yo -porque yo gano 20 soles diarios- a veces no alcanza la plata; entonces dicen: “pero paras contento”; mis amigos me dicen: “como quisiera tener tu felicidad”. Y es que yo no me lo tomo a pecho pues, yo normal en mi trabajo, cumplo con mi señora, mis hijos, y vivo tranquilo, feliz” (Juan).

¿Y Cómo lo hacen? –les preguntamos- al notar que en todo momento –ya en su domicilio- despliegan un contagiante humor. La alegría -nos dicen- es uno de nuestros secretos: “Tenemos muchos problemas, pero acá en la familia siempre paramos alegres” sentencian.

Viviendo en una urbe de contrastes

El problema de la vivienda es uno de los más álgidos en el país, se calcula que el déficit de es de más de 1.2 millones de viviendas a nivel nacional. El distrito del Rímac no es ajeno a esa realidad, actualmente cuenta con aproximadamente 250 mil habitantes, y para solucionar este problema a mediados del 2003 se ha iniciado un programa del Ministerio de Vivienda que propicia la densificación hacia arriba de esta parte de la ciudad. No es extraño encontrar al lado de viejos solares y casonas a las edificaciones condominiales modernas que están siendo ya ocupadas.

Los Méndez viven en el segundo piso de un local amplio, a manera de playa de estacionamiento. Ellos no son propietarios de su vivienda, esta les es cedida por una hermandad religiosa propietaria del local, a cambio del servicio de guardianía. No pagan ningún monto por concepto de alquiler, pero tienen que hacerse cargo del pago de los servicios, que es un promedio de cuarenta a cincuenta soles mensuales.

Con todo, la inestabilidad de no tener vivienda es un peligro constante. Al riesgo que significa vivir en una de las zonas más peligrosas del distrito, el jirón Virú , se suma la incertidumbre de la permanencia en el lugar, incertidumbre a la que prácticamente ya están acostumbrados:

Si viene un pata a alquilar o comprar esto y no quiere guardián nos bota. Eses es el problema que tenemos bien grande Un terreno, eso es lo mas importante ahora, es comprar un terrenito porque no tenemos a donde ir” (Juan)

Aún recuerdan con nostalgia las pocas oportunidades en las que pudieron hacerse de una vivienda, aunque éstas hayan dependido del azar:

Es algo desagradable no haber salido PROFAM . Sería agradable tener a mis hijos en una vivienda. Bueno aunque en esta no pagamos nada”. (Juan)

La familia desde adentro

La señora Sara define a su esposo Juan como un padre autoritario pero bastante cariñoso, la relación con sus seis hijos se nota bastante fluida. Juan afirma que esas características se las debe a su formación en la Gran Unidad Escolar Mariano Melgar , ubicada en Breña. Ella en cambio ha estudiado en un colegio fiscal de la montaña, refiriéndose a Moyobamba, donde ha conocido de cerca la crudeza de los castigos físicos a los que los profesores sometían a los alumnos, según nos contó.

El entorno en el que viven les hace ser precavidos en cuanto a la crianza de sus hijos, los Méndez tratan de transmitir los valores a sus hijos, porque saben que en el colegio en el que estudian hay riesgos de los que tienen que cuidarse:

Nosotros sabemos que ellos tratan con cualquiera, primero son ellos y después los amigos. Ellos seleccionan sus amistades, claro, dentro del colegio todos son amigos, pero fuera del colegio es distinto, porque tienen que saber escoger la amistades, porque por aquí hay mucho pandillaje” (Sara).

En cuanto a las actividades extra para sustentar el hogar, Sara se dedica a lavar la ropa de algunos vecinos del barrio. En esta labor es ayudada por uno de sus menores hijos. Muchas veces el peso de las circunstancias los empuja a realizar estas labores, ya que el trabajo de Juan no es estable, por lo que no tiene un ingreso seguro y constante. Sara auto define su trabajo como una “colaboración” hacia la economía familiar, pues ella piensa que:

En realidad tiene que ser el hombre quien mantenga ¿No?, pero si se puede trabajar los dos, los dos mejor” (Sara).

El hijo mayor, Marcelo, también colabora con la economía familiar, él suele buscar algún trabajo pintando casas, haciendo mandados o ayudando a su padre. Marcelo suele trabajar después de salir del colegio, según él se metería en lo que sea por dinero: “hasta de narco”, bromea.

Juan está muy orgulloso de su hijo, y nos cuenta que Marcelo se mete de lo que sea, pues hasta limpiando carros ha trabajado. La preocupación con respecto al trabajo de Marcelo, es que le paguen, pues a veces como es muy joven lo pueden estafar, y que no se descuide en los estudios.
Los Méndez no tienen ningún afán por viajar al exterior para mejorar sus ingresos, piensan que ese es un terreno muy difícil de recorrer. Son concientes de las barreras estructurales por las que pasarían para lograrlo. Además, parte de su concepción está influenciada por la experiencia de la cuñada de Sara, que se encuentra en España.

Sara nos cuenta que su cuñada se fue pensando que allí iba a encontrar mucho trabajo y que iba a estar bien, pero la realidad es otra, pues aún después de un par de años, todavía sigue trabajando para pagar la deuda que adquirió para financiar el viaje. Además, el viaje de su cuñada le acarreó problemas familiares, con su esposo que se quedó en Lima, un integrante de policía nacional.

Yo tengo mi cuñado que es policía y es un vivo. Tengo mi hermana que está en España que tiene su esposo acá, y hace 3 días me llamó, me dijo que vaya vigilándolo, le manda trescientos dólares mensuales. Su familia le ha aconsejado que no le mande mucho porque se acostumbra. Él gana sueldo de policía y tiene casa propia” (Sara).

Con respecto a la institución policial, esta es percibida como una oferente de estabilidad. Juan reflexiona respecto a que en la actualidad, si hubiera ingresado a las fuerzas policiales, ya tendría quince años de servicio, pues pensó postular a mediados de 1989. Pero también la institución policial es percibida como un lugar donde se “malean” las buenas personas, en donde campea la corrupción. En sus palabras: "los que están ahí son los rateros disfrazados y el que no está malogrado entra y se malea”.

Tenemos mucho más que compartir sobre las percepciones de la familia Méndez, tópicos que pueden escapar al objetivo de este trabajo. Lo importante es saber que en nuestras ciudades existen formas de enfrentar la pobreza que tienen que ver con la naturaleza del ser humano, con su optimismo, con su lucha día a día, enfrentando con ánimo los sufrimientos de una vida modesta, tratando de generar recursos que ayuden al sostén de la descendencia, sabiendo que a veces esta labor es peligrosa, agotadora, y frustrante, pero teniendo la seguridad de que en casa siempre recibirán el apoyo de sus familiares, o el confort que brinda una sonrisa.

Algunas fuentes

Maldonado Cubas, Dana; 2001. La pobreza en el distrito de El Rímac (Documento de trabajo, mimeo).
Revista Caretas; 17 de Febrero de 2000. Invasiones Con Cola (http://www.caretas.com.pe/2000/1606/articulos/invasiones.phtml)
Pezo, César; Ballón, Eduardo y Peirano, Luis; 1978. El magisterio y sus luchas 1885 – 1978. Lima, DESCO.

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