sábado, 30 de junio de 2007

Comentarios a Clases, estado y nación en el Perú de Julio Cotler

Por: Luis Marín

La obra de Cotler presenta un recorrido por las etapas de instauración de la llamada “República Aristocrática” y de los interludios que se sucedieron para su consolidación, y crisis. Cotler nos presenta un país escindido, que se debate entre los intereses de grupo por sobre el proceso de construcción de una nación. Sin embargo, la particularidad es que estos procesos interruptos, vienen y se van conforme cambian las coyunturas frente al contexto internacional, particularmente, al rol del capital en nuestra economía nacional. No queremos con esto decir que existe un determinismo económico en nuestro análisis, ya que procesos sociales que también han influido para la génesis de los cambios que se dieron en el Perú de cambio de siglo. Pero debemos apuntar que el protagonismo del capital, y de las relaciones en torno a él, han significado grandes estructuras alrededor de las cuales se han configurado los distintos grupos de interés, en un país divorciado territorialmente con un sistema político en ciernes y con características coloniales aún.
En la primera parte (La formación capitalista dependiente: la “República Aristocrática” y el enclave imperialista), Cotler empieza dando cuenta de cómo se sucede el tránsito de una dominación a otra: de los dominios españoles pasamos a un dominio de los grandes propietarios[1], y de cómo en ese contexto el Partido Civilista enarbola propuestas explicativas y a su vez, una posible solución integradora, constituir un “ente nacional mestizo” que supere los cortes regionales y construya una cultura sintética. Para ello era importante la constitución de una clase dominante que se inserte en el ámbito internacional y que alrededor de la misma se articulen los grupos dominados. Luego nos relata el desarrollo de conflictos por el poder, en el que los pierolistas y civilistas pugnan por el mismo, en un escenario dual, donde la burguesía limeña buscaba insertarse a la economía internacional mientras que los terratenientes eran claramente anticapitalistas. Podríamos decir que las expresiones de estos grupos se reflejaban en las pugnas de poder, sin embargo, cuando triunfó el pierolismo aún era demasiado pronto para que la débil burguesía surgiera, permaneció a un lado mientras crecía la influencia de los oligarcas regionales, que conservaban prácticas de explotación precapitalista. Ya en el gobierno las cosas dieron un giro, se fortaleció la burguesía y disminuyó el dominio terrateniente. Esta coyuntura –la del Gobierno de Piérola en 1895[2]- da inicio a la llamada República Aristocrática. A pesar del apoyo, aún era muy pronto para la formación de una burguesía que tardaba en nacer. El factor del capital internacional comienza a pesar más en la economía peruana adueñándose del agro y la minería, relegando a la clase burguesa. Surgen así los enclaves (azúcar, algodón, minas) que a mediano plazo ejercían pequeñas soberanías en nuestro territorio fragmentado, que incluso hacía uso de formas de trabajo precapitalistas[3]. Esta realidad calza con lo que Pinto llama la heterogeneidad estructural: en la costa economía capitalista y en la sierra se reproducían formas precapitalistas. Esta economía de enclave fortaleció a la larga a los burgueses y debilitó a terratenientes, quienes tenían que ceder ante el poder del capital extranjero. Podríamos decir que los burgueses se convirtieron en aliados marginales del capital imperialista, ya que si por un lado se beneficiaban parcialmente con las economías de enclave, por el otro esta estructura no permitía un desarrollo del capital nacional.
Por otro lado, las características clasistas del modelo de la República Aristocrática se reflejaban en dos posturas frente a las clases populares, por un lado había quienes le negaban abiertamente derechos y por el otro quienes pensaban que debían asimilarse al capitalismo, entre estos últimos figuraba José Pardo.
Posteriormente entraría en la escena Augusto B. Leguía, quien bifurcaría el Partido Civilista, entre los que estaban a su favor, el civilismo tradicional y los que estaban en su contra, el partido Civil Independiente. Estos últimos eran quienes se resistían al cambio de estructura social con el auge de las clases populares y las medidas para paliar sus movilizaciones. Cabe mencionar que la clase dominante[4] se resistía al cambio y a hacer frente a estas nuevas presiones populares. Billinghurst es quien mejor oye estos movimientos y promueve reivindicaciones para las clases populares. Billinghurst democratiza el poder y convierte al Estado en mediador entre la sociedad y el trabajo, pero como aún era incipiente la movilización y fuerte la dominación aristocrática, Billinghurst cae sin apoyo político parlamentario. Luego de la 1ra G.M. los desórdenes populares por la crisis económica aumentaron y Óscar R. Benavides da el golpe, llevando al poder un gobierno clasista y radical. Una cita que ilustra el panorama de la época breve de Benavides es: “Contra la audacia irrespetuosa, insolente y demoledora de las clases bajas, que habían como eclipsado a las clases dirigentes”[5]. Leguía vuelve en 1919, en un escenario con fuertes demandas populares por mayores derechos, él es quien de alguna forma engarza intereses de clases burguesas con el capital extranjero, haciendo siempre al Estado como dependiente de estas economías de enclave mencionadas líneas arriba.
En la segunda parte (Leguía: la consolidación de la dominación imperialista y emergencia de las fuerzas populares anti-oligárquicas), Cotler describe un escenario en el que Leguía empieza a revalorar el papel central del Estado, pues se asocia con la burguesía, controla la milicia, dirige la economía y controla también a los sectores medios, con esta suerte de padrinazgo indígena innovador, que hasta llegó a reconocerle derechos al indígena y generó –como sabemos- toda una importante corriente intelectual. Este último punto nos parece central en este período, aunque quizá, como argumenta Cotler, Leguía deviene en indigenista para “ganarse la adhesión de los nuevos sectores radicalizados de las clases medias”[6]; pero es importante porque se genera en este punto una visibilización cabal del problema indígena, dando pie quizá a los futuros análisis que se convirtieron en propuestas políticas integradoras e innovadoras. Leguía debilitó a la añeja oligarquía civilista, haciéndole más caso a las clases populares urbanas. Pero también hay que decir que Leguía no optaba ya por el clasismo que predominó antes, sino que como menciona el autor, privilegiaba un sistema de clientelas que debilitó en mucho a la construcción de intereses comunes. Por otro lado, la economía cambiaba, las ganancias de los enclaves se empezaban a invertir en los países de origen, esto produjo recesos y el que no se incrementara el mercado interno. El país seguía dependiendo, esta vez de EE.UU. En este contexto surgen las propuestas Hayistas y Mariateguistas, que promueven una reacción ante el imperialismo con una articulación multiclasista en democracia y una revolución socialista que eliminase las formas precapitalistas y a los actores nativos o foráneos del capital que se tornó en imperialista.
Como hemos visto, las pugnas de clase caracterizan esta etapa histórica del Perú, en principio, se sucedió una dominación patrimonial, los oligarcas hacían uso particular del país. Este uso, repetimos, se basaba en la exclusión, la clase dominante detentaba los derechos, mientras que no los tenían las masas marginadas. Pero se sucedían cambios muy frecuentes entre los agrupamientos, entre los que pugnaban por el poder y luego, como en el caso de Piérola, le daban la espalda a quienes los apoyaron, patrocinando a los grupos de poder, o estableciendo relaciones intrumentales con ellos –como Leguía y la burguesía- de acuerdo a los contextos, posicionamientos y reacciones de la economía frecuentemente debilitaba por la crisis y fortalecida por la demanda externa en la que dominaba el papel de la economía de capitales imperialistas, fuertemente enquistada en el país. Finalmente, estos cambios en la clase dominante, producto de todos los factores mencionados, no respondían a transformaciones sociales, sino más bien a intereses de grupo. Ese fue el patrón que caracterizó a la época, este patrón que reflejaba la sujeción al capital extranjero, que no dejó que se mirara hacia adentro, sino que en esta relación dependentista, difuminó la mirada hacia los propios intereses que no llegaron a integrarse.

NOTAS

[1] Y en perspectiva mas amplia, del dominio español al domino del capital en general, primero europeo y posteriormente estadounidense.
[2] El movimiento del pierolismo al poder fue apoyado por las clases populares pero cuando el “califa” llegó a gobernar, le dio la espalda a las clases tornándose a favor de la clase propietaria.
[3] Como la del enganche, dotación de adelantos y firma de contrato al campesino, que vende su fuerza de trabajo, desarraigándose y siendo atrapado por un círculo de pago y consumo en el lugar de trabajo, ya que no todo su salario se le daba en efectivo, sino en bonos de compra en comercios propiedad del terrateniente.
[4] En esa época la clase dominante está formada por el capital extranjero, una burguesía agrario comercial y los gamonales.
[5] Urdanivia 1954; citado Colter, p. 178.
[6] Cotler, p. 189.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

estuvieron muy interesantes sus comentarios, ojalá que siga escribiendo así...gracias

UrpiLibros.com dijo...

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Anónimo dijo...

me gusto mucho su punto de vista..

Anónimo dijo...

Me sirvió mucho para mi parcial de realidad social peruana :)