sábado, 30 de junio de 2007

Comentarios a Historia del Perú Contemporáneo de Carlos Contreras y Marcos Cueto. Tercera parte: El último medio siglo, 1948 – 1999

Por: Luis Marín

Contreras y Cueto nos brindan un sesudo repaso por los casi últimos cincuenta años de historia contemporánea, en La Restauración Oligárquica, se analiza al Perú a partir del Gobierno de Odría, destacando principalmente la influencia de esta etapa que configuraría la fase industrial peruana. Odría, militar él, devolvió la hegemonía perdida a la clase oligárquica, pues mantuvo un régimen autoritario y duro para las clases populares. Durante su gobierno se apostó por que el desarrollo nacional sería generado por los grupos exportadores, dando coherentemente, diversas medidas que beneficiaban al sector exportador. Desde la etapa de Leguía se seguía iniciativas y modelos estadounidenses -como la ampliación vial que determinó el cambio de la configuración urbana de Lima- y Odría siguiendo el patrón también realizó obras[1] bajo la tutela de intereses norteamericanos, que por entonces eran dueños de los yacimientos mineros. Todos estos factores hicieron más atractivas a las ciudades, propiciando el incremento del proceso migratorio que pobló la Lima extramuros, y se alineó con el corte de políticas populistas de un gobierno autoritario. Recuérdese por ejemplo que durante su Gobierno se creó el distrito de San Martín de Porres, el 22 de Mayo de 1950, con el nombre de distrito “Obrero Industrial 27 de Octubre”. El nombre del distrito tuvo por objetivo el captar clientela política que legitimara al gobierno militar de Odría, debido a que esa fecha fue en la que el General dio el golpe de Estado. Sin embargo; cabe la posibilidad de que esa iniciativa surgiera desde los mismos habitantes, pues muchas veces se buscaba el favor político del gobernante de turno mediante este tipo de estrategias populares, tácticas que no ha cambiado desde esa época y perduran hasta el día de hoy.
Posteriormente se consolida parte de la industria, ya con Prado en el poder se da el boom de la explotación de harina de pescado, que trajo grandes ingresos a la economía nacional, tanto así que el Perú se llega a convertir en el 1964 en el primer país pesquero. Consecuentemente con un aumento de los asalariados, el sindicalismo aumentó en número e importancia. Además, ya el segundo Prado, permitió la existencia de partidos políticos, sin persecuciones. La sociedad peruana se liberaliza y empiezan a encontrarse contrastes entre el pasado donde predominaba el dualismo entre aristocracia y clases populares para pasar a una sociedad estructurada con burgueses establecidos, proletarios sindicales, obreros, campesinos e indígenas; en interacción continua por la migración. Posteriormente, el breve periodo del primer belaundismo, que propugnaba la participación comunal en obras públicas, la integración vial de una selva aislada y el impulso de la nueva clase educada cayó por el golpe de las Fuerzas Armadas (1962). Este primer golpe respondía a una iniciativa de la milicia en pleno, sin la necesidad de nuevos caudillismos, debido a las continuas insurgencias al interior del país principalmente. Luego de elecciones, Belaúnde retomó el poder, y en un afán democratizador característico de su partido[2] (Acción Popular) llamó a elecciones municipales en 1963, las primeras de la historia peruana. Belaúnde venía con un discurso que podríamos denominar de nacionalismo desarrollista. Planteaba la integración vial plena como motor del desarrollo nacional y su ímpetu era bien visto por intereses extranjeros. Además, se enfrentó no con mucho éxito a quienes se oponían a la Ley de Reforma Agraria que ya se hacía necesaria en el país. Inició la segunda política de Vivienda conocida hasta entonces y terminó por sucumbir ante la crisis de una economía que comenzaba a sufrir el embate de la crisis económica que inauguraba otro ciclo histórico, el del Gobierno Militar.
En la última parte, Contreras y Cueto repasan la trayectoria del Gobierno Militar. Podemos decir que la característica central de esta etapa es la de la consolidación de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), las medidas del Gobierno Militar significaron la protección de la industria nacional y un desarrollo de la misma, que impulsó el crecimiento del empleo y reproducía un modelo de desarrollo que en el fondo buscaba eliminar las injusticias sociales para acabar con la desigualdad y la ganancia de ella de los movimientos insurgentes. Se centralizó la organización social y comenzó un severo programa de estatizaciones. La planificación militar se tradujo en la mayor importancia que se le dio al Instituto Nacional de Planificación. Este punto marca el inicio de un proceso que ha devenido en el uso frecuente de las técnicas de planificación para la participación popular. Además, la Reforma Agraria significó un profundo cambio en la estructura social nacional, si bien pude señalarse que se trató de redistribuir el poder, Contreras y cueto ilustran como esta fue un fracaso, pues al final las tierras eran administradas por cooperativas y técnicos, y en los otros casos no existía visión empresarial del campesinado que garantice la prosperidad de las tierras. Un ejemplo tardío puede hallarse en el testimonio del sindicalista Zoísmo, acerca de la fenecida Hacienda Huando.
Otra crisis económica (la de 1976) volvió a cambiar el giro de la historia peruana. La crisis facetó al sector agrícola que no producía lo demandado por la ya creciente costa y la metrópoli en ciernes. Cundió el descontento por la inflación producida por la crisis internacional del petróleo y se sucedieron grandes e históricas marchas. Se demostró en esta etapa el rol articulador de los partidos de izquierda que movilizaban a la población, el de los sindicatos y de otras organizaciones como los frentes de defensa. También la iglesia jugó un papel fundamental pero poco conocido en esta etapa, pues agrupaba asociaciones parroquiales para la movilización social. Todo esto pasaba mientras acontecía algo trascendental, el Perú por fin tornase inclusivo cuando se garantizó el derecho a voto de los analfabetos. Ya los campesinos, indios, mujeres y analfabetos votarían en las próximas elecciones por la Asamblea Constituyente.
El segundo belaundismo trajo consigo las elecciones municipales de 1980, en las que los sectores de la izquierda ganaron varios distritos en Lima y que en las siguientes elecciones ganarían el sillón municipal metropolitano, demostrando así que los varios sectores que superaron el dilema de participar o no en las elecciones para “luchar desde adentro” fue una innovadora y conveniente opción. A finales de la década de los ochenta, ya se sentía con fuerza el factor sendero que sumado a la fortísima crisis del gobierno Aprista destruyó la sociedad y economía peruana, respectivamente.
En la tercera y última parte del texto, Contreras y Cueto repasan el fenómeno Fujimori, que lidió con el miedo al shock liberal en las elecciones del noventa, e instauró un régimen tecnocrático en una década marcada por el autoritarismo y el autogolpe de 1992. Sin embargo, el posterior proceso de transición promovido por organismos internacionales, ayudó a la recomposición económica del país, que se reinsertó a la economía internacional.
La historia del Perú Contemporáneo sin duda deja muchas lecciones, se puede colegir que mientras no se integre la sociedad peruana, nuestras escisiones y sentido parcelario de la realidad harán que seamos más vulnerables a las incursiones violentas y víctimas d procesos globales que afecten nuestra economía. Sin más, el combatir la desigualdad que reina en América Latina paliará los efectos de la incierta crisis actual, pero; también se puede dar cuenta del cambio estructural por el que ha pasado el país y sus estratos sociales, que empezaron expresando una diversidad que privilegiaba a unos y marginaba a otros, y que termina polarizando a la población, entre los muchos que son pobres, los pocos de clase media urbana y los ricos. A pesar del boom minero exportador que se acabará pronto, debemos procurar comprender los procesos contemporáneos, que nos ilustren sobre el devenir de nuestra sociedad, y en este contexto de ampliación de la participación ciudadana, aunar esfuerzos desde diversos sectores por la vigilancia del buen rumbo en esta sociedad despolitizada.
NOTAS

[1] Como la construcción de ministerios, avenidas, hospitales, etc. Es decir, obras de “fierro y cemento”.
[2] Recuérdese que a la salida de Fujimori y durante el Gobierno de Transición de Valentín Paniagua se crearon as instancias de participación cono los Concejos de Coordinación Local, la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza y los procesos de Presupuesto Participativo. Queremos creer que no es una simple coincidencia.

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